martes, 29 de abril de 2014

Claudia le había regalado un disco de compositores americanos...

que ahora sonaba en el amplio salón, una pieza titulada "Quiet City" de Aaron Copland,


que encontraba particularmente relajante después de un día de mucho trabajo o de mucha vacilación. Aquella partitura obraba en él la desconexión del mundo de las ideas, la entrada en el espacio de la disipación. Escuchaba aquella trompeta y aquel cuerno inglés, arropados por la seda de una orquesta sinfónica, sentado en su butaca, con los ojos cerrados y el apartamento a oscuras.


A veces los abría para contemplar la lámina de un cuadro de Hopper adquirida en el Museo Whitney: Luz de sol en el segundo piso, una mujer joven y otra mayor, sentadas en la terraza de una casa blanca, con ventanas parecidas a ojos y un bosque misterioso e incitante al fondo, cielo azul, y esa eterna abulia o espera de los personajes de Hopper.


(...)
Crisis de gran mal
Jesús Gil Vilda