martes, 15 de julio de 2014

Mi madre es la mejor madre del mundo,

por más que se enfade conmigo, por más que me castigue, por más que cocine espinacas.


Mi madre es increíble porque siempre está pensando en mí. Nunca se cansa de quererme, no sé cómo lo consigue... Me pregunto cómo hacen las madres para tener tanto amor por dentro.


Mi madre me despierta por la mañana con agilidad para que aproveche el día, aunque yo dormiría siempre mucho más. Mi madre, con santa paciencia, me peina y me lava la cara. Luego me unta de crema solar para que no me queme el sol en el Casal de Verano. Mi madre me pone cereales con leche fría para desayunar. Los cereales están de miedo con leche fría, y ella lo sabe, por eso siempre se asegura de guardar un cartón de leche en la nevera la noche anterior.


 Mi madre siempre está pensando en mí, hasta cuando no estoy en casa. Cuando viene y cuando va, está como abstraída, pensando en mí, en mi futuro, en mis carencias, en mis virtudes, en que me echa de menos.


Cuando veo alguna mujer por la calle, caminando, no pienso que es una mujer guapa o una señora gorda. Sólo pienso que es una madre. A mis seis años, las mujeres, a mi entender, son sólo madres. Madres con ojeras, madres con arrugas, madres con ternura, madres con carritos de la compra, madres con tiritas, madres con cuentos mágicos...


Mi madre se me queda mirando a veces con una mueca rara, como feliz. Creo que eso significa que me quiere para siempre, y que le parezco perfecto. A mí me gusta que me mire así porque siento que soy el centro del mundo, el centro de todo su mundo.


(dibujos de la maravillosa ilustradora Patricia Metola)