jueves, 15 de diciembre de 2011



1 de Octubre de 2009

Una mañana de otoño, recién empezada la estación, esa mujer se encuentra en su casa, tecleando en el ordenador, como siempre, con el pelo revuelto y en pijama. Acaba de desayunar sus cereales con leche y además ese bollito prohibido que no debería. Está pensando en ducharse pero la pereza le inunda los deseos. Se sienta en frente del ordenador y teclea. Teclea y teclea durante un buen rato, hasta que siente ganas de hacer pis y eso rompe el momento de inspiración.

Lleva un mes en casa, de baja. Está embarazada de casi nueve meses. Echa de menos el trabajo y socializar con sus compañeros de la oficina. Hay un niño dentro de su vientre, su segundo hijo. El primero cumple dos años aproximadamente en un mes con lo cual se llevarán un par de veranos de diferencia. La madre pensó que llevándose poco harían migas. Esa fue la razón de la prontitud del segundo. El papá no pudo estar más de acuerdo.

Mientras cae la gota fría en España y hay Tsunamis en el Caribe, ella está en su casa tranquila, ajena al mundo. Y ausente. El tiempo se ha detenido. Parece que ese mundo del revés que sacan en las noticias a todas horas cae lejos de su avenida y de su paz interior. Parece un mundo soñado, ojalá lo fuera, pero en las calles hay una crisis financiera verdaderamente importante. Hay millones de personas desorientadas y pasando penurias, sin un euro para comer.

“Cómo debe ser vivir así? Y si encima tienes hijos?” 

Poner las noticias de la tele o comprar un periódico le enerva porque todo son miserias y desgracias: muertos aquí, víctimas allá, adversidades arriba y más decadencia a la vuelta de la esquina. “Quién ha matado a quién esta vez?” Cuando lo piensa se le agota el corazón, que late sin más, por inercia. Le hostiga ver que la gente disfruta con las corridas de toros, le agobia que Zapatero y el barbas se comporten como críos de guardería en vez de hacer algo útil por la gente. “¿Por qué Rajoy tiene la mirada huidiza?” Piensa que eso le quita mucha veracidad. No se cree nada de lo que dice. Le mira con la ceja alta, incrédula. “¿A quién pretende convencer?” Mientras estas dos marionetas montan su espectáculo y pelean por ser líder, millones de niños pasan hambre y frío. Pensar eso le cabrea. “En menudas manos estamos… qué miedo"

La mujer se llama Blanca. Blanca piensa a veces en todo lo que podría resolver en el mundo si tuviera una oportunidad. Pero se siente granito de arena. Impotente. Sueña a veces con un chasquido mágico de sus dedos. Y plaf! el mundo del derecho. Sigue soñando, Blanca...

Su bebé se llamará Marco. Tendrá una manchita oscura en mitad del pecho, los ojos verdes y ese pelo castaño y revuelto de su madre.

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