Bienvenido San Jordi, estamos todos en el puesto de salida. Al oír el disparo todos correremos a sacar dinero de La Caixa para darnos un gusto literario.
Aún así, no me he puesto las botas. He sido comedida. Quería aprovechar el momento para comprar un libro divertido a quien yo sé. No iba en busca de drama o suspense. Sólo de entretenimiento gustoso. Encontré este libro y me pareció perfecto. El tipo de la foto es auténtico, me vale. Además, estoy totalmente de acuerdo: a los cien años tenemos toda la vida por delante.
Allan Karlsson, el protagonista, decide largarse por la ventana el día de su cien cumpleaños. Un abuelo sin prejuicios que no está dispuesto a renunciar al placer de vivir. Comprensible. Lo compro.
Por entre el revoltijo de cuentos que se esparcían sobre los tenderetes se me escapaban los dedos, traviesos. Las ganas de llevármelos todos a casa incrementaban a pasos agigantados. No obstante me contuve. Sólo elegí un cuento. Sólo uno, ése que me fascinó más que los demás por alguna razón intestinal. Como siempre, algo te llama desde dentro. Y me dije pues éste tiene que ser. No conocía al autor, a primera vista parece japonés. Jimmy Liao.
Nació en Taipei (Taiwán) en 1958.
Es lienciado en Bellas Artes. Después de una brillante trayactoria en el mundo de la publicidad, una leucemia le obligó a replantearse la vida: a los cuarenta años, abandonó su empleo en una agencia para dedicarse exclusivamente a escribir y dibujar sus propias historias, dirigidas tanto al público infantil como al aulto. Al día de hoy, Jimmy ha publicado veintidós libros, que han sido traducidos al inglés, francés, alemásn, griego, japonés, coreano y español, entre otras lenguas. Varias de sus obras, además, han sido adaptadas al cine. Sin duda, es el ilustrador asiáticp más conocido del momento.
(reseña sacada del editorial Barbara Fiore)
(reseña sacada del editorial Barbara Fiore)
El año en que el ángel se despidió de mí en la boca del metro, poco a poco, yo había ido perdiendo la vista.
Una mañana de otoño, el día que cumplía quince años, mientras fuera lloviznaba y después de haberle dado de comer al gato, a la seis y cinco, me encaminé hacia el metro.
Me perdí entre el gentío de un vagón.
A menudo me adentro, sin pensar, en una ciénaga neblinosa y no sé qué hacer para salir del fango.
Desde hace cinco años, en Los Jardinets de Barcelona, vienen los ilustradores a firmar sus obras.
Carme Solé
Mónica Gutiérrez
Volveremos el año que viene a caer en la trampa de la fiesta. Volveremos a comprar esa rosa en esa multitud de rosas, buscando la más sencilla y la más barata. Haremos lo que toca. Pero aprovecharemos la ocasión para revolver cuentos y descubrir algún ilustrador nuevo que dibuje caperucitas perdidas en medio de una chopera muy realista.
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