miércoles, 26 de octubre de 2011




Otoño 1993

"Hoy no he llegado hasta aquí por casualidad. Había una intención de aislamiento muy contundente. Esta noche me encuentro en un viejo y humilde barco. He zarpado a las once de la noche y he querido deshacerme de mi mal humor, mis pesadillas, de ese insoportable reloj de castillo y también de los de ahí arriba, que miran la tele impasibles. De modo que si alguien tiene ganas de hostilidades que se dirija a otro navío porque éste solamente va de pesca. Hoy soy grumete y capitán en este océano. Las olas pernoctan, serenidad bajo la luna, todo bajo control. Voy a mi camarote para amarrar sueños. Tal vez mañana me presente ante un público exigente. Tal vez no lo haga.“

Una letra de cagada de mosca salpica mi segundo diario. Es difícil advertir qué pone. Me muestro muy íntima, como un alma recatada, como un tímido pulgón que sabe que van a pisotear. Con prudencia.

Ahí está reflejada la alumna enamorada de su profesor de filosofía, impresionada, sometida a sus miradas ocasionales. Era inevitable, el profesor de filosofía llegaba con Platón y ambos apresaban corazones púberes. Luego se irían de copas juntos y se contarían sus vidas hasta la embriaguez.

“Se pasea ante mi con sus frases milagrosas, perfectas, redondas. Mariposeo. ¿Nos cuenta o nos enseña? Es una asignatura para pensar mucho. Yo ya pensaba antes de conocerle pero ahora pienso lo pensado, mientras me bebo una coca-cola y escucho chill out. Pienso bastante, casi hasta el límite. Me consumo pensando. Ayer caminaba cabizbaja por la calle y tropecé con una piedra que me preguntó: - ¿Es lo mismo ser que existir?- Sin sorprenderme excesivamente de que un mineral pudiera expresar dudas, le contesté que yo soy porque existo, y luego seguí caminando. Eso sí, me quedé madurando ese matiz durante un rato, hasta que tropecé con una farola indiscreta: - ¿Cuál es el sentido de tu existencia?- me dijo. -No sé.-contesté- Mi existencia es indefinida y confusa, pero hoy es un buen día porque estoy enamorada de mi profesor de filosofía y revoloteo. Me hierve la sangre cuando nos cuenta. Las hormonas se retuercen y me muerdo el labio para no saltar de la silla unos metros y confesar que le amo, o que le deseo, o ambas cosas. Tal como decía Sócrates:
—El que desea, desea lo que no está seguro de poseer, lo que no existe en su presente, lo que no tiene, lo que le falta. Esto es, pues, desear y amar.-

 El otro día, en clase, mi profesor describió el amor como  la inclinación del alma hacia un objeto o persona. Pero me quedé pensando, qué pasa con los desalmados? Como ese palurdo del fondo, que tiene la cabeza hueca!

Aquella misma tarde, al llegar a casa, me di un espumoso baño. En el vacío de una casa tan grande quise festejar mi amor en un espacio pequeño, íntimo. Sin pensar muy bien lo que hacía, me llevé conmigo el libro de filosofía y, en la bañera, leí en voz alta el sentido común crítico y el acrítico. Y cada página era un suspiro. Cada frase una rima de Adolfo Bécquer. Jamás hubiera pensado que pudiera disfrutar tanto de algo que apenas comprendía. En el amor y en la vida, todo es cuestión de filosofía. Eso de quién es?

Pero tengo en vilo el alma. Estoy cruzando un bache que ni yo misma entiendo. Me martirizan recuerdos de alguien que sentí cerca y quise con esperanzas hambrientas. Su aroma, el infinito, el desierto, se han vuelto fútiles. Le recuerdo a menudo y con el corazón sincero, ante el dilema que eso me crea. El cielo se transforma en un hornillo desbocado mientras mi vista se pierde en el horizonte, imaginando que querría a esa persona en otra ocasión, de vuelta.  Esperaría. Solamente puedo entender que le pareciera una niña ridícula y echara a correr. Mi padre. Siento el cosmos confuso, faltan baldosas en el suelo y me caigo. Soy frágil. Tengo casi dieciocho años y te sigo pensando.

Escucho  el gotear de las últimas lloviznas del otoño ahí fuera. El rumor lejano de un continuo xsssss que mezcla su silbido con golpes de viento. Y, detrás de mi oreja, al otro lado de la pared, el ritmo de esa armonía fría se percibe con claridad, a intervalos sonoros (el impacto del agua contra el cemento) y el silencio de cada instante, como esperando el turno. En mi cobijo chirrían las tripas de los muebles y desde el segundo piso se oye el rumor de ese tedioso televisor.  Ellos están arriba. Es relajante la lluvia aquí abajo, que no cesa. Yo siempre estoy abajo.
  
Aún es temprano. Qué ingrato eres con tu agobiante péndulo de antaño, el tic tac, tic tac, tic tac… y luego otra vez dooooong! dooooong! doce estrepitosas veces, anunciando la media noche. Ya salen los fantasmas del castillo. Eso me compensa todo lo demás. Empieza la fiesta.

Luego, la mañana llega de repente porque no lo piensas. Yo sí me doy cuenta de la brevedad de estas horas nocturnas, cuando la excitación se refleja en unas simples páginas blancas y una mano azota mi planeta, mientras la luna dormita.

Parece mentira lo melancolizo que está ése de ahí afuera, tan ceniciento, tan mojado. Siempre imaginé que los catarros del día no eran solamente eso, sino un aviso de alguna tragedia lejana, o a más temer, cercana. Este año no debería parecerse al anterior sino más bien al surrealista, como una línea recta, una vida perfecta, sin tropezones en la sopa."

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