viernes, 21 de octubre de 2011

Otoño 2011


Blanca Divago
A veces releo lo que escribía con doce años. Me parece tremendamente tonto y desaborido. Y yo, perdida, boba y muy inocente. Entre niña y algo que empieza a dejar de ser niña, eso son mis doce años. 

Solía preguntar a mi madre si ya había dejado de ser pequeña porque mis nudillos se habían definido hacía tiempo. Antes eran tiernos huecos y luego unos duros montículos. En el coche recuerdo haberle hecho esa pregunta. Ya soy mayor? Y escuchar a mi madre responder "desde luego". Y claro, el resto del viaje, yo era ya un reflejo decepcionado de mi misma, en la ventana, junto a esas luces difuminadas que llegaban de no sé donde. 
 Mi hermana a mi lado dormía, nada le quitaba el sueño. El día se tornaba noche y la noche día, y yo sufría los segundos del reloj que iban acentuando mis mejillas y me iban convirtiendo en una mujer joven, en una dama de cuento anodino. A quién me parezco? Soy como tú? Mi madre callaba en el asiento de delante y yo me embarcaba en una revuelta de egos pequeñitos que se peleaban por sentarse en la misma silla. Luchar contra ellos es luchar contra mi misma porque descubro que no soy quién creía ser.

No recuerdo casi nada de lo que fui antes de los doce años. Hay un horizonte en ese punto y más allá un vacío de memoria general. En ese lugar a veces me encuentro cuando me adormilo. Pero mis sueños son reales o un simulacro desesperado de algo que me obsesiona?

Cuando no entiendo, me nublo. Debo chispear desde antes de nacer. Los genes de mi madre, desamparados, siempre han caminado bajo un rayo que les cuece el culo. Ayer y hoy. No me deja preguntar. No le gusta recordar. No me habla. No me cuenta. Mi vida a medias. Me conozco al cincuenta por ciento. Y así he crecido estos años, en un sinfín de espacios sordos, imaginando lo que falta por decir, por ser, inventando contextos tan postizos como inusitados. Por eso siembre divago. Divago de niña y ahora, que ya soy mayor. De niña anotaba mis merodeos en un cuaderno, con lápiz de punta rota y goma con sabor a nata. De mayor mi teclado aligera el vaivén y así escapan menos vientos. Cuando divago me agoto y suelo irme a dormir. Cuando duermo divago de nuevo y me despierto, fatigada de mi. Entonces vuelvo a divagar y  cierro los ojos resoplando. Un bucle de mariposas inútil. Divago en la ducha. Divago en mi silla, frente a la pantalla del ordenador. Ahora, divago. Yo me apellido Divago. Blanca Divago.

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