Viernes, 23 de Octubre de 2009
La importancia de miles de páginas...
Empecé a escribir saliendo del huevo, en una etapa de
gran revolución hormonal, para encontrar un sentido a mis pasos a través de las
palabras. Tendría doce años. Una forma como cualquier otra de materializar sentimientos. Con esa perspectiva me era más sencillo comprenderme y ser mi amiga. Conseguí apreciarme e incluso quererme de vez en cuando. Convertía en oro mi rutina y a la vez me reconocía, clandestinamente, en el reflejo de
aquellos personajes que iba creando. Y eso era divertido. Lo importante era no confesar jamás cientos de identidades camufladas en una sola, la mía. Al hacerlo de esta forma todo era siempre mejor. Y es que el trajín del vecino vende más que el de uno. Por lo menos ese era mi razonamiento absurdo.
A la larga ya no he sabido diferenciar mis personajes de mi
misma, ya no sé dónde está la vida y dónde la ficción, aunque sospecho que en cierta manera, de forma sutil, la mayor parte de lo relatado es cierto.
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