Diario de Pier Angeli
14 de Julio de 2002 (1.03 am)
A la 1.03 am, hora precisa, abro mi libro y me dispongo a marear una nueva página con un sinfín de tonterías. Las tonterías las escribo para no decirlas. No obstante, me dicen mucho que escribo mejor que hablo. Es cierto, lo admito y no sé por qué me pasa. Es como si hubieran dos personas dentro de un mismo envase, el ser sensible y oculto, y la niña descarada que no piensa lo que dice. Me fastidia pero es una enfermedad incurable. Por otro lado, ese envase no tiene nada de particular. Lo ves y no lo miras y si lo miras dejas de mirarlo. No insinúa nada interesante, puede que tal vez contagie duda. En todo caso, a la 1.03 sólo soy un pellizco de mi potencial absoluto, sea el que sea. Y ese escaso nivel de conciencia me impide pensar del derecho, por eso las líneas de mi diario siempre se precipitan hacia abajo, en diagonal.
David ha estado hoy aquí, en casa. Ha venido sin avisar y sin motivo, se ha sentado en el sofá en posición rígida como cuando un bicho palo quiere pasar inadvertido ante su adversario, hemos charlado de temas variaditos y nada trascendentales, luego me ha mirado sin decir nada durante un minuto y quince segundos y finalmente, sin más titubeos, me ha dado dos besos muy azules en la mejilla. Tan azules eran los besos que he notado como un escalofrío me recorría la mitad izquierda de mi cuerpo en medio latido. Luego se ha ido, dejando la puerta mal cerrada.
Este es el final de una historia compleja que ha durado demasiado y que cuesta finiquitar. Todavía cuesta más si en el messenger emerge una ventanita insípida con un poeta de barrio dentro.
David: ¿Estás ahí?
Pier Angeli: Depende de para qué. Depende de para quién.
D: El gato del vecino me mira desde la ventana de enfrente, le invito a pasar?
P: Está esperando a que le caiga una loncha de jamón... déjale entrar, a ver si te aguanta...
D: Le prepararía un aperitivo pero sólo hay cerveza en mi nevera..
Cierro la ventana y me dispongo a largarme cuando un mensaje emergente llega de nuevo:
D: Sabes que soy un romántico pero a veces la vela se apaga..
Ese comentario tedioso a mí me provoca apagar algo también, el ordenador, y sin responder nada a ese mendrugo. La 1.30, los números se han invertido pero no es una señal, sólo son números que no significan nada. Tal vez sólo cuentan que en ese fragmento de tiempo ha bajado más la temperatura fuera, que durante esos minutos alguien ha cometido un crimen y ha salido corriendo arrepentido, tal vez en ese intervalo un señor ha bajado del coche para entrar en su casa y el perro ha despertado a los niños organizando un pequeño escándalo, o puede que alguien haya descubierto un punto estelar ignorado y le haya puesto nombre, un nombre muy grotesco.
A la 1.30 de la mañana una mujer todavía joven cierra su libro de confesiones y apaga la luz. Se tapa hasta las orejas y luego se queda a oscuras mirando, abstracta, completamente enredada.
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