lunes, 16 de enero de 2012

Diario de Pier Angeli
3 de Julio de 2002 (1.45 am)



No recuerdo buenos momentos con David y, si los hubo, algo después los estropeaba. Llegan a mi cabeza insípidas memorias nuestras, a trompicones, y en cadena. Si pudiera pensar en un momento de esos que luego te son gratos es ciertamente complicado. De los otros no me quedan cajones para guardar sus restos. El día de San Valentín el hombre se fue al Camp Nou a mezclarse con esa masa frenética y esclava de un balón del tamaño de un alfiler que va dando tumbos frente a unos muñequitos de colores. Pero ya me lo adivirtió:

-Oye, yo no soy un romántico, vale? No esperes cursilerías ni poemas de mí porque yo no soy así. Y tampoco esperes que cambie porque no me vas a cambiar...-

Encantador el comentario de "pincho a ver si sangra". Y sí, me sentó como una jarra de agua fría en la espalda y otra más en los pies. Me lo confesó siempre, desde el principio, sin tapujos, sin cortinillas. Entonces, ¿la culpa era solamente mía por quedarme anclada a un árbol reseco? No, la culpa era de la ceguera del amor. La culpa era de Antonio Gala que creía en él y que dijo: "El amor se tiene que regar cada día. Es una contínua dedicación el uno del otro, de los dos, incondicionalmente." Leer aquello me hacía dudar de nuestro contrato de adhesión con olor a calcetín que invadía mi pequeño espacio y me cortaba la respiración. Y casi había que salir corriendo sin mirar atrás, pidiendo auxilio, a voces! Ese ínfimo apego que desprendía David hacia mi persona se iba por el WC con el primer pis de la mañana y se quedaba allí, flotando un rato, petulante, acuoso, desamparado, sin entender de qué va la vida.

Eso sí, después del partido David me trajo una centaurea melitensis o si cabe, florecilla común amarilla. Creo que me dijo que al verla se acordó de mí. La segunda flor en cinco meses. Supuso un pequeño triunfo, un gran paso para este hombrecillo, que también es común y amarillo. La única pega de estas flores es que tienen espinas y una de ellas me pinchó el meñique y otra el corazón. A propósito, ¿Qué le recordaría a mí, el pétalo o la espina?

Lo bueno de todo esto es que la inercia cuenta que sólo me quedan cinco meses para recibir la siguiente florecilla impertinente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario