No
hay noticias del detective desde hace una semana, estoy confusa. Es normal? Cuáles son los motivos de su
silencio? Podría haberme escrito un email sencillo, una excusa pasajera, un
consuelo surrealista, algo! Oiga, que no está en el listín o señorita, han arrancado la página exacta que buscamos. O, ha
saltado de un quinto piso. O, subió el pico más alto y se hizo
budista. ¿Tal vez, está en prisión por haber atracado a un ciego? O, no le encuentro señora,
este hombre se ha esfumado o no ha vivido jamás en España. Puede que no existiera! O, su
padre es un traspié, un error de cálculos. En realidad este señor fue su padre
en una vida anterior, hace más de cien años. Fue un prestigioso oficial que murió
combatiendo en la Batalla de Waterloo. Aunque puede también que fuera
aquél pescador resfriado y sordo que fumaba en pipa. O más realista incluso, su padre es un
repartidor que siempre tiene prisa y no le alcanzo... Cualquier cosa! Estoy
histérica de saber, de poder saber o de saber que no sabré jamás.
Tal vez mi padre se quedó dormido en el sofá viendo el programa de Sálvame de Luxe tras tomarse una doble ración de barbitúricos por depresión. Está inconsciente y por eso no sale de casa. Y nadie le echa de menos. Y el detective no le ve entrar ni salir del portal.
Tal vez mi padre se quedó dormido en el sofá viendo el programa de Sálvame de Luxe tras tomarse una doble ración de barbitúricos por depresión. Está inconsciente y por eso no sale de casa. Y nadie le echa de menos. Y el detective no le ve entrar ni salir del portal.
Al mirar por la ventana pienso que lo
más probable es que la hoja que baila en ese remolino acabe por ascender y
esfumarse, aunque tal vez se sosiegue. Tal vez esa hoja rodeó el aura de mi
padre y volvió a esfumarse. Y hoy está aquí, rodeando la mía. Cuánto has
recorrido? Qué sabes? Qué intriga! Lo más probable es que mi padre ya no exista
porque alguien le dio un disgusto de espíritu y en estos momentos está a tres
metros bajo tierra, ceniciento. Qué incertidumbre! A lo mejor degustó su último
filete raquítico aquella tarde inclemente, y se cortó el corazón con el
cuchillo al pelar la manzana. Y si fuera un ataque al corazón provocado por un horrible susto? Alguien le llamó por teléfono y en su tórrido desamparo, en el vacío de aquella
habitación sombría, una noticia le
dejó tieso. Y su cuerpo yace sobre el suelo, con manchas de mayonesa en su
camisa. Y el detective se cansó de esperar en el portal. Y llamó incluso al timbre, en
un intento desesperado, pero todo fue en vano.
Dios
mío, qué noticia le dieron a mi padre? Qué pasó?
Y
si hubiera soñado conmigo la noche anterior, como una diapositiva
que vuelve de antaño, que se cae de un libro rancio?
El tibio roce de una mano
pequeña sobre su brazo, una risa chiquilla y dulce en el oído que no sabes de
dónde viene o por qué es tan dulce. Olor a carrusel y a nube de algodón.
Margaritas y piñones en la escalera. No reconociendo que era yo abriría
demasiado rápido los ojos al despertar, sobresaltado, y la imagen se
desvanecería. Y aunque sintiera ese escalofrío tan fascinante de algo familiar
que envuelve y seduce, jamás hubiera llegado a la conclusión de que un trocito
suyo le estaba suplicando a lo lejos. Y se levantaría de la cama esa mañana, su
última mañana, arrastrando un deje de no sé qué, que provoca silencio y pena.
Un café recalentado en la cocina, una zapatilla no encontrada, el pie frío
sobre la baldosa. Eco. La boca seca. Sus últimas horas. ¿Su última mañana con
vida?
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