A mi niño mayor, que hoy "me ha dado el día" y me ha pedido perdón cinco veces
Hay días y días. Noches y días. Días y noches. Hay mucho de todo eso. Van a buen trote, a buen galope. A veces el viento te da tan fuerte en la cara que no consigues ver el paisaje con claridad. A veces hay que sosegar la carrera y pararse a pensar qué cosas valen la pena. Qué cosas me estoy perdiendo y no me gustaría perderme. Qué me falta. Qué me sobra. Luego, vuelves a redirigir la carreta, subiendo y bajando montañas rusas, con subidones de adrenalina a veces y con ganas de vomitar en otras ocasiones. La vida es eso, un cúmulo de buenos y malos momentos. Y luego están esos detalles que cuestan advertir porque son tan rutinarios que se esconden entre la ropa, detrás de la cortina, en los zapatos de tu hijo llenos de arena, sobre la repisa del comedor, en la jardinera, en mi cepillo de dientes. Todo eso somos. Y mucho más.
Hoy mi hijo mayor ha metido la pata y luego me ha pedido perdón cinco veces. Yo estaba muy cabreada porque no comprende aún la importancia de las cosas. Se lo intentas explicar y te responde, no pasa nada mama, no pasa nada. Y yo me quedo pensando, sí que pasa, hijo, sí que pasa. Las cosas hay que hacerlas bien. Hay que esforzarse en la vida para que las cosas sean bonitas. No vale todo. Sólo valen algunas cosas, algunas palabras, algunos gestos. Las cosas se rompen y mi hijo dice, no pasa nada mama. Se tuerce ese pis en la taza y me dice no pasa nada mama. Se pone los pantalones del revés y me suelta no pasa nada mama. Sí hijo, no pasa nada, no se acaba el mundo. Pero, y si intentamos hacer las cosas bien?
Hoy ha metido la pata el pobrecillo, porque no se da cuenta de las tonterías que hace. Se me olvida un pequeño detalle. Sólo tiene cuatro años. Y lo repite constantemente, mama, tengo cuatro, ya tengo cuatro, y me pone cuatro deditos locos. Sí, eres un cachorro. Y yo, que llego a veces corriendo de la compra, de trabajar, de subir y de bajar, y tengo los nervios al ralentí, me enfado sin querer. Puede ocurrir. Y subo el tono de voz. Y luego me arrepiento. Es que los días se hacen largos, y para terminar la jornada me encharcas el baño y la sopa se queda fría en tu plato. Pero sabes qué? que tienes razón, los días, las noches, y todo lo que arrastran en su vaivén, son perfectos. Son perfectos porque tú existes, y porque hay imperfecciones que no tienen importancia. Y que luego sanan porque se me olvidan. Y sólo queda lo bueno. Porque me despiertas por la mañana y me das besitos sin que te los pida. Porque te importa que me enfade y me pides perdón con tus entrañas. Porque me dices "te quiero como la trucha al trucho", sin saber que el trucho no existe. Porque sé que eso significa que me necesitas. Por eso ahora, en este instante, me detengo y me relajo, con una tila calentita, mientras duermes, y pienso en lo sabias que son tus palabras cuando me dices siempre que nunca pasa nada...
No pasa nada, mientras tú sigas estando ahí.
Tu mama te adora, te quiere y lo siguiente...
gran sabio michel!
ResponderEliminarMaría, a la cama! ;-) un besote!
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