viernes, 11 de noviembre de 2011



20 de Noviembre de 1993


Sólo me queda enamorarme.

Al  principio no le vi pero luego me percaté de su presencia. Romeo, Romeo, comedido, satisfecho y risueño en la calle. Travieso y distraído. Inquietante, arrebatador. Le pregunté cómo iba a volver a casa y me dijo que una chica, sin concretar quién, le llevaba en coche. El brillo de mi cara expiró, emergieron ojeras y comisuras tristes. Soy sincera de expresión, incómodamente sincera. ¿Cómo le han dibujado esa admirable sonrisa? Acaso para enmarañar a pobres andróginos que están de paso? 

Cruzo la calle y le dejo atrás en un furtivo pensamiento. No me he movido, sigo ahí, mirándole, pero estoy a cinco manzanas de reflexión. Le miro a los ojos. Me siento lejos. Le tengo en frente. Él se percata del texto que garabatean mis ojos. Trescientas páginas cursis y desconsoladas en un pestañeo. Me devuelve la pregunta, y tu, como vas a tu casa?  Mis padres vendrán en un rato, miento en voz alta. Tenía la esperanza de coger el bus contigo, deseo hacia dentro.

Tras unos minutos él se alejaba con aquella afortunada y yo me perdía en su espalda, hasta que la oscuridad envolvía los restos de su sombra. Luego un hasta luego casi imperceptible. Era  medianoche. Me pareció que se giraba para verme aunque puede que lo imaginara. Sería un espejismo entre tanta niebla. Recogí del suelo algunas miradas y me las guardé en el bolsillo para cuando tuviera anhelo. Creo que voy a conquistarle el próximo lunes de alguna forma, simplemente diciendo las palabras adecuadas. Serán palabras divagadas? Javier…


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